martes, 26 de marzo de 2013

Martha

Martha está dentro de los cánones de belleza estereotipados por la sociedad, es  alta para el promedio de mujeres de su ciudad, tiene cuerpo estilizado, delgada y tonificada sin hacer ejercicio gracias a la herencia genética de su madre, tiene una cara perfecta y ovalada, unos ojos negros que contrastan con un cutis de porcelana blanquísimo, en medio una nariz respingada que parecería fue dibujada con pincel, debajo una boca que suele ser rosa cuando está tranquila y se torna rojo fuego si las emociones la invaden, toda esta belleza enmarcada por un cabello precioso negro y lacio hasta media espalda. Pero ella no se siente hermosa, no conoce ese sentimiento.

Lleva algunos días fastidiada con un dolor de cabeza que cada día se pone peor, si tose es imposible de aguantar y empeora en la mañana, su visión está fallando y tiene problemas con las piernas que están muy débiles a ratos, eso la tiene de muy mal humor, su memoria es cada vez más frágil; asume que es el estrés, ese agotamiento mental y emocional que tiene desde que sospecha que Carlos le miente, esas llamadas intempestivas buscando encuentros furtivos ya perdieron su encanto y se están tornado muy sospechosas para Martha, sumado a que a ciertas horas su teléfono está siempre apagado, en fin, ya lo conversarán. En su trabajo muy aburrida, la monotonía la está matando, no cree en Dios ni en los Santos, cree que vino por alguna razón a este mundo, pero no logra descubrirla, quiere ser feliz, pero no sabe cómo.

Ya es martes, está en el hotel de siempre, la habitación acostumbrada, el  encuentro de la semana, los mismos besos, el mismo polvo, algo está matando esta relación y lo puede sentir, Carlos se levanta al baño y ella ansiosa empieza a revisar sus cosas, mientras lo hace, encuentra lo que tanto temía, una prueba de lo evidente para todos y que ella nunca quiso aceptar, ahora todo encaja, todo tiene sentido, Carlos está casado, tiene hijos, en ese bolsillo estaba el pago de los tickets de avión para el paseo familiar el mes siguiente, ese es el viaje de trabajo del que le venía advirtiendo. Nada que hacer, se traga la humillación, se viste temblorosa, una vez más las piernas fallan, tiene un dolor de cabeza muy fuerte, camina despacio hasta el baño, toca la puerta y por debajo de la puerta desliza la factura de los tickets, sale de la habitación intentando al cerrar esa puerta, cerrar esa historia.

Apenas sale del hotel rompe a llorar, no puede evitarlo, cruza torpemente la calle, está mareada de tanto dolor y decepción, su visión cada vez es peor, recuerda esa cita pendiente con el oftalmólogo, recuerda también las veces que sus amigos le advirtieron que hacía el papel de amante, que ese estar siempre "ocupado" era un cuento, que todo ese halo de misterio que Carlos quería ponerle a la relación, no tenía que ver con un cuento romántico, sino con un estafador emocional profesional, la decepción le ha destrozado el corazón y las piernas le siguen temblando y siente rabia de verse tan débil físicamente. Decide luego llamar al doctor por esos exámenes que se hizo hace unas semanas cansada de tantos dolores y está consciente que no tiene edad para tantas dolencias, para sus treinta y pocos está demasiado adolorida y esa cefalea que no se va.

Cerró la puerta al dolor, no cree en las casualidades porque todo sucede por alguna razón; Llega a su departamento y sabe que nadie la espera, nadie está ahí para ella, nadie la va a consolar, nadie le preguntará cómo se siente y nadie le dará ese abrazo que tanto necesita, rompe nuevamente a llorar y de repente sucede.. Estaba justamente envuelta en toallitas de papel que recogían sus lágrimas interminables, pensando que su vida era miserable por no estar junto a él, sintiendo que no valía como mujer, destruyendo su autoestima con comparaciones de autovejación y culpa hasta que escuchó el teléfono, contestó y del otro lado una voz: -"señorita García, los resultados de sus exámenes están listos, venga a hablar con el doctor para que le explique bien.." -no entiendo.. qué tengo? -"le repito, venga mejor para que el doctor le explique, todavía puede tener una buena calidad de vida.." - TODAVIA!!??.. necesito que me diga que tengo, se lo suplico. -"metástasis, tumores malignos en el cerebro, lo siento.".. No escuchó más, el teléfono cayó de su mano, se quedó en blanco no recuerda nada sólo breves imágenes como flashbacks de su vida.

¿Cuánto le queda de vida? ¿Va a doler hasta que llegue el final? y pensar que hasta hace poco lloraba por un estúpido que jugó con sus sentimientos mientras ahora la vida se le escapa, cada segundo que respira es un momento menos, no irá al doctor, no quiere saber más de lo mismo, ya sabe lo necesario. ¿Ahora? eso es lo que importa, no es dueña de sus minutos de vida, entonces debe ser feliz, no puede desperdiciar ni un sólo minuto pensando en quién no la quiso, debe disfrutar cada segundo, empezar de cero, redescubrir la vida y el mundo que la rodea para cuando la muerte pase por ella sentir que realmente ha vivido, pues en este minuto siente que su vida ha sido una pérdida de tiempo, llena de trabajos que no la hicieron feliz, que fueron sólo para pagar las cuentas, nunca estudió lo que quiso y nunca se ha sentido amada, no tiene el valor para seguir, su cabeza da muchas vueltas, tiene tantas ganas de vivir pero no hay tiempo.

El dolor la aterra, no va a soportarlo, busca en su baño el frasco de Ketamina, ha estado con depresiones importantes últimamente aunque realmente, nunca aprendió a manejar el estrés que le produce estar en público, peor en medio de sus pares, siempre sintió el rechazo social y decidió que no quería encajar, usaba faldas largas cuando estaban de moda las cortas, era samba cuando la moda eran las lacias, tuvo el cabello de diferentes colores tan radicales como el estridente rojo punk hasta el aceptable rubio ceniza. Ahora volverá a rebelarse, volverá a hacer lo que nadie espera de ella y toma un vaso de agua: viene una, dos, tres de golpe, unas cuantas más, en fin, todo el frasco de pastillas, quiere dormir para siempre porque nadie notará su ausencia, quiere bailar entre las nubes con vestidos de princesa como cuando era una niña.

Empiezan los mareos, la cefalea es insoportable, siente que su cabeza va a estallar, todo da vueltas y siente unas horribles ganas de vomitar, no puede y no quiere, tratando de sostenerse busca su cama, va echando todo al piso sin querer, ve su cajita de música con la bailarina de porcelana regalo de su abuelo, caer destrozada en mil pedazos, su cabeza gira tan fuerte, cuántas imágenes regresan, ahí está con su mejor amiga, esa flaca que siempre llevaba un cepillo para peinarse en el recreo, ¿dónde estará ahora? ¿por qué dejaron de hablarse? le gustaría tanto tener a quién llamar en este momento, el viaje va a empezar y siente miedo, se arrepiente y trata de ir al baño para vomitar en un intento por regresar el tiempo y sus acciones, pero es tarde, no logra ver bien, sus pupilas están muy dilatadas y el mareo es insoportable.

A gatas y con mucha dificultad llega a su cama, se desploma sobre ella casi sin acomodarse, cierra los ojos y empieza a soñar, el viaje empezó...








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