Misha está triste, tiene nueve años aproximadamente pero está triste, tiene una cara preciosa, perfecta, lo sabe porque se lo repiten a menudo pero está triste, la belleza puede doler mucho, quisiera tantas veces ser fea y poder estar con los que ama; tiene un pelo precioso negro y largo que vuela al ritmo del viento y ella ríe cuando esto pasa, ahí se siente libre y feliz, pero hoy su cabello no baila con el viento, hoy está recogido en unos lazos amarillos cuidadosamente peinados y entrelazados en largas trenzas recogidas, está usando su mejor vestido y sin embargo está triste pero no va a llorar, acepta su realidad aunque le duele, ha decidido no pensar.
Sube al bus, busca un asiento vacío y mira por la ventana, logra divisar unos amigos con los que solía jugar y trata de sonreír pero no puede. Nadie fue a despedirla, a nadie le da pena, nadie la extrañará, fue vendida por sus padres y ese bus la llevará a su nuevo destino, lo desconoce, siente miedo, pero no discute, acepta el destino, respeta sus designios, pero está triste.
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