lunes, 3 de marzo de 2014

Laberintos

Todo está envuelto en una luz azul próxima al anochecer y ahí estoy yo y tú junto a mi. Estamos solos entre ruinas. No tengo claro que fue esto. Bien podría ser una casa que se destruyó o una que nunca se terminó de construir. Hay laberintos formados por paredes inconclusas, no hay techo pero de repente aparecen huecos que emulan ventanas. Caminamos lento, no sé bien qué buscamos, ni por qué estamos ahí, a ratos me detengo a ver los ladrillos sin enlucir. Otras veces toco con la yema de mis dedos las paredes ásperas, víctimas del clima y su desamparada exposición. El piso es de tierra y hay pequeñas plantas creciendo en desorden. 
-Maleza! comentas tú y te dejo ir delante de mi porque me gusta verte andar, tienes un movimiento de caderas muy sexi. Un magnetismo que me tiene atrapada y perdida en esto que no sé cómo llamarlo, esto que me mantiene viva y me mata de a poco todos los días. 

Seguimos dando vueltas, hay muchos recovecos y pienso en voz alta -El amor tiene momentos. Cuando es incipiente y está llevado por la pasión edifica castillos, pero al morir sólo quedan las ruinas. Me miras fastidiado -Qué significa eso ahora? 
-De repente estamos en el templo de un amor que murió, un amor del que sólo quedan ruinas. Un amor que pudo ser grande pero se quedó sin piso, perdió el techo. Sus paredes tienen huecos como ventanas. Esas son las pruebas que se intentó, en medio de la destrucción se buscó encontrar formas de llegar, pero no fue suficiente.

La tonalidad azul inicial se torna cada vez más oscura, casi negra y tengo miedo, esto ya lo he vivido antes. Me siento en una esquina con las piernas dobladas donde apoyo mi cabeza, te amo con todo mi corazón, lo sabes porque hasta puedes olerlo. Hemos caminado tanto por tantos años que hoy estoy exhausta en este laberinto de paredes.

Te acercas junto a mi, puedo sentir tu cuerpo cálido, tu olor inconfundible y gracias a la pequeña luz de la luna en estas ruinas sin techo, veo brillar tu piel y tus ojos. Tus manos siempre están calientes en contraste con las mías que siempre son frías por mi presión baja. Me abrazas en silencio. No hay palabras pero estás conmigo y es suficiente por el momento.

Te apartas y me dices que siempre vas a estar conmigo, por primera vez me dices -Te amo- sin titubear y mirando directo a mis ojos. Me pierdo en esa mirada profunda, siento que respiro tu aliento y es ese aire el que me alimenta. Te desvaneces y tiemblo, trato de agarrarte, clavo mis uñas en tus manos, trato de retenerte. Te vas y te llevas mi aire, me empiezo a ahogar, te suplico que no me dejes. Mis ojos se llenan de lágrimas y todo es borroso ahora, te elevas, empiezas a transparentarte. Grito tu nombre, me levanto, estiro los brazos, mis manos no logran tocarte y me sonríes. Repites que no me dejaras y no te creo. 

Cuando el amor muere siempre deja ruinas, quedan como un mapa todos los intentos por salvarse, están las paredes con sus ventanas, los laberintos con la ausencia de techo para poder llegar, las puertas cerradas y luego las escaleras. Se intentó pero se perdió todo. Y despierto, nuevamente vuelvo a despertar. Hoy tampoco pude retenerte. Vives en mis sueños, puedo tocarte y olerte, pero siempre terminas yéndote. Eres real pero no estás en mi realidad. Vives mientras yo viva, pero mueres todas las mañanas al despertar. 

Esperaré nuevamente la noche para ver si esta vez te quedas...