5h30 de la mañana oscuro todavía, sonó el timbre anunciando tu llegada, revisé todo, no faltaba nada, estaba contenta, era mi primer día de iniciar mi entrenamiento para ser triatlonista, salí y te vi, todo un ciclista!!
Dios mio! según yo, para pedalear sólo se necesitaban ganas, pues no, es todo un listado complejo de casco, guantes, ropa acondicionada y tus múltiples herramientas en caso de que.. (inflador de llantas, cosas para cubrir una ponchadura y mil cosas más, que no recuerdo sus nombres) aparte del reloj, herramienta básica para medir distancias y palpitaciones. En fin, luego de ser aprobado todo nuestro equipo, tuyo realmente, yo seguía aportando sólo con mi entusiasmo y un simpático casco prestado.
Empezó nuestra travesía, habíamos recorrido unos 12km y te desviaste para detenernos, no encontrabas señal en tu reloj y con lo exigente que eres no podías permitir no llevar el control del recorrido, me burlé un montón de la pérdida de tiempo y te pregunté si íbamos a seguir o nos quedaríamos charlando en esa explanada apestosa, me miraste y sonreíste, me dijiste: vamos, está todo perfecto ahora!
Pedaleamos un poco más, yo venía detrás disfrutando una cómoda velocidad de paseo, sin estrés, me miraste y te abriste un poco para darme paso y estar a lado mio charlando sobre lo bonito que son los colores del cielo al amanecer, sobre nuestros respectivos planes deportivos y familiares, tu pequeña se casa y hay mucho que organizar, obvio no te hizo gracia mis comentarios sobre tu ancianidad y los nietos que llegarían pronto a recordártelo, reíamos a carcajadas, de repente una curva, no había nadie, pero por precaución te pusiste detrás de mi. (maldeciré siempre esa decisión tuya)
Seguimos pedaleando unos metros más, te mostraba el colegio de mis hijos cuando de repente no sé que pasó, todo lo tengo en imágenes muy lentas y sin sentido, te vi pasar frente a mi, todo tu cuerpo, como si taparas un gol, no entendí nada, la siguiente imagen tu, al costado de la carretera sobre el césped, traté de entender que había pasado y vi un camión que se alejaba rápidamente, siguiente escena yo a lado tuyo de rodillas, absolutamente asustada, aterrada, tu eras mi guía, qué carajo hacía yo sola ahora? te pregunté tontamente ¿cómo estás? me miraste con la misma paciencia que me miras cuando pregunto una tontería pero eres demasiado bueno para menospreciar mi duda, calmado me dijiste: llama una ambulancia.
Días horribles de hospital, tu familia, tus amigos, todos con los nervios de punta, rezamos, lloramos y nos dimos aliento (seguimos rezando, seguimos dándonos aliento y seguimos llorando a ratos, pero ahora lo hacemos en silencio).
Fueron 98 días.. estabas cansado, nuestras vidas son un largo recorrido hacia una meta que sólo conocemos nosotros, tu aprendiste a no rendirte, a sacar fuerza y ánimo desde lo más profundo de tu ser, pero en esta carrera, las reglas cambiaron, decidiste cambiar la meta y todos te apoyamos.
No me convertí en triatlonista pero me enseñaste a seguir, a no rendirme (aunque me derrumbo a menudo todavía). No he vuelto a pedalear, te necesito diciéndome que no hay nada que temer. Estoy segura que en algún rato vas a hablarme y ese será el momento de volver.
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