Lucía se despierta con un ruido externo, es muy fuerte. Son gritos, alguien grita y alguien llora mucho, se asusta, trata de no escuchar pero es inevitable, hablan de muerte, de matar a alguien, no entiende nada, prefiere no entender.
Lucía empieza sus días con calma, no tiene noción de tiempo ni espacio, está viviendo y es lo único que le importa, todo es muy extraño a su alrededor, el clima es cálido, la comida es buena y llega a tiempo, no hace falta saber más.
Hoy escuchó que alguien le hablaba, le decían cosas bonitas, le dijeron que la aman, que todo estará bien, que no está sola y ella lo cree, confía en eso y duerme tranquila.
Otra vez los gritos, el llanto es muy fuerte, quisiera hacer algo, quisiera poder intervenir y calmar a quien llora y decirle al que grita que ya es suficiente, que ha quedado claro su enojo, que ella necesita paz y que su enojo la confunde.
No entiende nada, la abruman los sentimientos, la expectativa se vuelve su compañía, poco a poco empieza a entender y trata de hacer notar su voz, pero nadie la escucha, su angustia crece.
Es su muerte la que se planea a gritos y es su vida la que se defiende a llantos.
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