martes, 16 de julio de 2013

El pianista y la escritora

Mónica se acaba de despertar, está cansada, estuvo hasta tarde escribiendo su nueva novela, la lleva bastante adelantada pero la vuelve a leer y elimina textos, aumenta otros, se frustra, se vuelve a enamorar y sus dedos siguen bailando frente a la computadora mientras el tiempo se escapa. Hoy se queda acostada en la cama mirando el techo blanco, entra mucha luz a su dormitorio a través de su ventana gigante y adornada con cortinas de telas muy suaves blancas, que se agitan al entrar la suave brisa de la mañana, su habitación es blanca, sábanas blancas, edredón grueso delicioso y abrigador a morir, hay un sólo cuadro en la habitación y representa la fertilidad, cosa irónica ya que ella no puede tener hijos, el resto de las paredes lucen dibujos hechos por sus sobrinos, regalos por su cumpleaños, navidad o algún evento en sus colegios. Sigue acostada sin pensar, sólo disfrutando el sonido del piano que viene del otro lado de la casa, es Ramiro, llevan veinte años juntos y todavía sigue enamorada de él como el primer día.

Ramiro es alto, pelo oscuro, parece un niño, siempre sonriente y en cada sonrisa muestra sus grandes y perfectos dientes blancos. Ramiro es descomplicado,  le gusta reír y en cada nota de su piano deja un poco de su vida, todos los días; es su profesión, su vicio y su vida después de Mónica, porque para él la vida sin ella no es vida. Él siempre es el primero en despertarse y acude a su piano para despertarla con música, porque esa es la única forma que él considera digna de ella.

Se conocieron porque la vida no trae casualidades, ella escribía sentada en una banca de parque mirando una laguna, tratando de encontrar  aquello que la inspire, buscando una historia que valga la pena ser escrita. Ya no creía en el amor, ya todo lo había vivido, todo lo había escuchado y todo lo había llorado. Estaba ahí, esperando que la vida le hable y la llamó su jefa a decirle que recuerde ir a la entrevista con el pianista al que debía hacerle una reseña para su presentación la próxima semana. Escribía en un diario para pagar las cuentas y poder mantener su independencia y libertad que tanto amaba y necesitaba y ahí estaba ella, recogiendo y metiendo todo en el bolso, que parecía bolso de Mary Poppins, de donde puede salir cualquier cosa. Había cigarrillos, dos cajas porque odiaba quedarse sin ellos en el momento de mayor ansiedad, encendedores múltiples porque es especialista para perderlos, pañitos húmedos porque odia sentir las manos sucias, crema para las manos, lápices, una mini libreta para anotar las ideas que la asaltan en los lugares menos esperados, una billetera con documentos y diez dólares siempre escondidos para casos de emergencia como un café express o un taxi. Su cartera es como su vida, un caos completo donde se disfruta en anarquía.

Mónica es alta, delgada, con un pelo larguísimo y churro hasta media espalda, siempre medio despeinada, sujetándolo con unas gafas a modo de diadema, linda, con ojos muy tristes que le dan un toque melancólico a su rostro ovalado, llega tarde a la cita en el hotel, el pianista la está esperando en el restaurante. Entra tarde, él está sentado de frente a la puerta divertido viendo a esta mujer con su bolso gigante, sambos despeinados, en un jean roto en la rodilla, blusa blanca con mangas remangadas, tropezando entre las sillas y parada frente a él como si nada hubiese sucedido extendiendo su mano y presentándose como: "la reportera que lo ha hecho esperar, pero la espera valdrá la pena", junto a una gran sonrisa que lo cautivó.

Y de esa entrevista pasaron a la mesa y de la mesa a la cama como debe ser cuando la vida no espera, cuando no tienes pendientes, cuando vives intensamente y ellos llevan veinte años viviendo como si ese día fuera el último.

Mónica acostada en la cama, sin sueño, empieza a recordar su vida juntos, han tenido grandes momentos, Ramiro ha logrado algunos reconocimientos públicos y ella ha publicado un par de novelas con mediano éxito, también han sufrido mucho, dejaron infiltrar la infidelidad alguna vez y pagaron el precio con lágrimas y un dolor que cada uno carga a su manera. Se aman, es indiscutible, es una compenetración de almas que trasciende el cuerpo, ella no necesita escucharlo para saber qué es lo que él necesita. Él la mira y sus ojos derraman dulzura, ella es su mundo, ella baila en su corazón la música que él toca para ella.

Hay momentos que son eternos, otros un leve suspiro. Hay momentos por los que vale la pena la vida y vidas que sólo valen por un momento.

La música se detiene y Mónica lo llama, le pide que venga a acostarse a su lado, no hay respuesta, se levanta y camina buscándolo y lo encuentra en el piso. Corre a levantarlo, toma su cabeza, toca su corazón, se ha ido. Grita, grita mucho, llora hasta ahogarse, no quiere moverse y lo abraza, lo abraza fuerte, fue la última mañana que la despertó con su música. Ella escuchó su primicia, su nueva composición terminada.

Ramiro sentado apacible y con una gran sonrisa le extiende la mano y mientras la aprieta con dulzura le dice a la reportera atrasada: "estoy seguro que valdrá la pena la espera y te aseguro que el tiempo que estés conmigo, también."


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