Helen camina despacio, fuma un marlboro rojo y piensa que debe dejar de fumar, pero no será esa noche. Tiene una nube de humo y dudas envolviéndola, se cierra mejor su suéter negro, empieza a soplar viento y parece que puede llover. Su figura menuda se escurre entre sombras por el parque donde camina dirigiéndose a su departamento, es alta, delgada, pelo larguísimo castaño, que brilla con las luces del alumbrado público. Los tacones que lleva desde la mañana la están matando, así que se detiene a sacárselos, descansar un poco y terminar el cigarrillo en paz, encuentra una banca desocupada, se sienta estirando las piernas a lo largo de ella, para que nadie pueda sentarse a su lado, es lo último que necesita: compañía no deseada.
Apoyada su espalda en el brazo de la banca, con las piernas extendidas a lo largo de todo el asiento y disfrutando las últimas bocanadas de humo, medita cómo llegó a esto? Está perdidamente enamorada de Dorian, quien al igual que el del libro, se mantiene joven y bello como hace veinte años atrás, recién empieza a notarse unas incipientes arrugas y unas poquísimas canas adornan los laterales de su cabeza, en cambio el tiempo no ha sido tan generoso con ella, sus arrugas no logran disimularse con maquillaje y al parecer los litros de crema que utiliza todas las noches y mañanas no hacen efecto, sus canas son disimuladas con un buen tinte y sus manos y cuello delatan su edad sin tener que abrir la boca.
Analizando un poco la relación en perspectiva se da cuenta que en Dorian vive una dualidad que la asusta. Ha podido identificarlos perfectamente, existe un hombre de origen sencillo, filósofo, poeta, un trovador moderno que ríe con fuerza, la abraza fuerte y la enamoró con poemas y canciones, se enamoraron. Este hombre está perdidamente enamorado de ella pero, en él habita otro hombre. Este segundo hombre es lo opuesto al primero, es un ejecutivo agresivo, obsesionado con su carrera, sus ambiciones profesionales priman sobre cualquier sentimiento, inclusive este segundo hombre la quiere, pero no la ama, para este segundo hombre ella es guapa, sexi y le gusta acostarse con ella, pero no entra en su enmarañado plan para conseguir el éxito y reconocimiento social que tanto busca.
Al principio lidiar con esta dicotomía la divertía, sentía que era un juego sexi de roles y se dejó envolver, pero ahora está aterrada. Sus cambios de ánimo varían de acuerdo a los de Dorian, lo ama profundamente casi bordeando la idolatría, pero este juego ya implica rasgos de una locura que empieza a asustarla.
De repente suena el teléfono, es Dorian preocupado porque no llega aún al departamento y la noche siempre es peligrosa para una mujer sola le dice. Ella lo calma, le explica que se detuvo a fumar y descansar un poco los pies, que en un rato estará en casa. Él le dice que no tarde, porque en el departamento hay velas encendidas, comida caliente y un hombre enamorado esperándola, ella sonríe y le dice que estará en diez minutos ahí.
Suspira, hace rato terminó su cigarrillo y no sabe si encender otro o levantarse, imagina la escena con este hombre hermoso esperándola, la sala repleta de velas y esa carne con salsa de quesos que es la especialidad de él y su favorita. Eso siempre termina con una charla deliciosa, vino, muchos besos y el postre en la habitación, sólo de imaginarlo se estremece. Es que Dorian hasta en la cama es genial, es dos hombres en uno y para esos menesteres, es una gran virtud.
Se incorpora, se calza nuevamente y decide acelerar el paso, deja para otro día dejar el cigarrillo y a Dorian, otro día resolverá el mundo, hoy va a correr a sus brazos y dejarse amar una vez más.
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