lunes, 22 de julio de 2013

La Ausencia


Cristina enciende un cigarrillo mientras mira su tatuaje, está en el antebrazo izquierdo,  sube desde su muñeca hasta medio antebrazo, son cinco pequeños dibujos que simulan gaviotas volando, representan las cinco personas que amó y que terminaron yéndose de su vida, todas ellas diciéndole que era "linda", seguido de un pero, que justificaba el abandono.

Camina tranquila, sin rumbo fijo, ha decidido vivir sólo el momento, libre de ataduras, trabaja de empleada doméstica, de asistente para adultos mayores, de cajera en un restaurante o de mesera, dependiendo el lugar al que llegue. Lleva poco equipaje, una mochila y sólo lo que cabe en ella, los trabajos son para pagar la comida y comprar un ticket que le permita seguir avanzando hacia ningún lugar en particular.

Ahora está en la playa y lo está disfrutando mucho, es mesera de un pequeño restaurante de ceviches por la mañana y tiene toda la tarde libre. Gusta mucho de sentarse en los malecones o parques a observar a las personas. Así, observando un poco, logró superar la última y definitiva ruptura.

Entendió que la distancia cumple un círculo en las relaciones, primero llega la ansiedad, esa insoportable ansiedad y frustración de sentir las manos atadas, no hay forma de acortar la distancia y la acompaña una sensación espantosa de extrañar hasta que duele, no importa qué suceda alrededor, la sensación de vacío es dominante.

Luego viene la costumbre, la ausencia no es tan terrible ya, de repente, una anestesia emocional, un letargo mental y el dolor empieza a desaparecer, poco a poco se deja de extrañar y la ausencia se vuelve cotidiana, hasta que finalmente, está superada y aceptada. Se llenan los espacios vacíos y se continúa.

La última vez, esa persona regresó una vez que el ciclo se cumplió por completo y fue tarde, una vez finalizada y superada todas las etapas no hay retorno. El sentimiento termina muriendo y lo que queda es un cadáver desagradable pudriéndose cada minuto en el olvido, si se quiere rescatar algo, lo único que aparecerá es ese cadáver con un exquisito olor a podredumbre de relación muerta.

Sentada en la arena,  con los pies cerca del mar, ríe a carcajadas recordando, el mar moja levemente sus pies a ratos y ella disfruta el cigarrillo. Su vida es perfecta como está en este momento. No está dispuesta a iniciar ningún círculo, está cansada del cliché del amor perfecto y para siempre. Como dice Cortázar "Todo dura un poco más de lo que debería" y a ella el amor nunca le dura lo suficiente.

El ser humano se adapta a todo, hasta a la ausencia que tanta resistencia le ponemos al principio, infortunadamente, termina siendo cotidiana.

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