Emiten sonidos y palabras todo el día, algunos son
coherentes, otros no tanto. No existe comunicación, él está muy lejos y ella
tiene una voz muy suave que no alcanza a subir hasta sus oídos.
Teme alzar la voz y que sea malinterpretada, teme que
él se enoje, que lo tome por una muestra de rebeldía y la casa tiemble en una
discusión que no llevará a ningún lugar que no sea el mismo de siempre: el
ático de los resentimientos.
Es un lugar
que ella ha creado a lo largo de su relación, donde guarda todas las cosas que
la lastiman, ahí están almacenados todo su resentimientos, toda su rabia, sus
frustraciones, sus interminables lágrimas, todo está encerrado en grandes cajas
emocionales con poderosos diálogos y tapas de tiempo sellando todo. Sabe que algún
día deberá hacer limpieza, abrir y botar esas cajas, pero por ahora las
palabras se quedan atrapadas en su garganta, enredadas entre sus cuerdas
bucales y su temor al cambio.
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