Fue inmediato, al verse a los ojos Claudia y Antonio se reconocieron, dejaron de pensar y empezaron sólo a sentir, sus almas se habían encontrado en el momento justo para poder empezar su vida desde ese punto.
"En la entrega física hay un ritual, donde se encuentran los cuerpos para servir al otro, sin egoísmos y falsas vanidades, están ahí para darse por completo y complacer" se lo repetía Claudia constantemente, para ella el sexo no existía como tal, todo era un ritual. Las caricias son parte de este rito de adoración y entrega, que empieza como un baile de reconocimiento y besos, para luego dar paso a una lucha, donde no se quiere ganar ni imponer, sino entregarnos en esencia, con un intercambio de fluídos, de almas y emociones. Porque en cada encuentro, el espíritu se fragmenta un poco y es entregado al otro como ofrenda.
Son descomplicados, sin apegos materiales, viven con poco pero juntos, cuando de repente logran rozarse todo cambia, su corazón calienta la sangre y empieza este rito de entrega y adoración. Claudia venera el cuerpo de Antonio como a un dios, lo besa completo, lo toca, se arrodilla y lo adora una vez más. Antonio es recíproco, la colma de placer, la besa y pasa su lengua recorriéndola y deteniéndose a ratos, hasta que ella estalla y se funden en un sólo cuerpo.
Cuando el amor es el que calienta la sangre, cuando se regresa a los ardores juveniles y se busca la entrega como una demostración física, de los sentimientos que viven en nuestro fuero interno, entonces podemos afirmar fehacientemente, que hemos ofrecido todo, que nos entregamos por completo en cuerpo y alma, podemos sentir que nos convertimos en una sola carne que siente con un sólo corazón.
Tan cierto y amoroso al mismo tiempo. Excelente!
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