martes, 10 de noviembre de 2015

La imagen

Hoy, mientras tomaba café y hojeaba los diarios, vi tu imagen. Han pasado tantas lágrimas desde la última vez que nos vimos en persona, que acerqué el papel para escrutar tu aspecto, pero fue imposible. Es una estampa de la ciudad en la que apareces caminando distraído en medio de más personas. Tienes una mirada perdida en algún punto que no sale en la fotografía. 

De repente recordé las risas, los paseos, abrazos y los "te amo" con su respectivos "yo también" que sonaban a eternidad, pero no duraron nada. No puedo separar tu imagen en blanco y negro de mis ojos, mis manos no quieren soltar... te, hasta que regresan también, las razones por las que hice maletas y cerré puertas detrás de mí.

Me levanto, camino descalza por el departamento hasta detenerme frente al espejo de mi dormitorio, de pie en un vestido de tirantes, el pelo largo revuelto, noto en mi rostro las huellas del paso del tiempo. Me quedo un rato así, en silencio, mirándome con el diario en la mano y los ojos cansados.

Antes, no lograba quedarme en un lugar mucho tiempo, siempre estaba huyendo, lo hacía sin querer. Pensé que contigo podría quedarme, quisiera haberte dicho que lo intenté, contarte lo mucho que lo deseaba, recordarte cuánto lloré, callé, las veces que hablé y traté de hacer que me escucharas, pero me quedé sin voz y tú, perdiste el oído. Me rendí, decidí no decirte nada y dejarte ir. Ahora llevo algún tiempo aquí, estoy tranquila, todas las mañanas leo mucho y las tardes salgo a caminar por la ciudad. Me hace feliz el viento en la cara y he dejado atrás mis ganas de escapar.

Regreso a la mesita donde me esperan el resto de los diarios y mi café; este es mi lugar favorito: está justo a lado de una gran ventana donde entra mucha luz y puedo ver el río. Lo primero que hago antes de sentarme es reintegrar con cuidado la parte del diario donde apareces; te miro por última vez, me siento, respiro hondo, doy un sorbo a mi café y paso la página.





1 comentario:

  1. Pasar la página, seguir tranquila es llegar a ese punto de resignación donde los recuerdos solo pasan muy cerquita de la herida pero no la llegan a tocar.

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