miércoles, 22 de octubre de 2014

Las mini-yo

Soy una mujer completa, pero he tenido algunas mini-yo que he ido perdiendo en el transcurso de mi vida. Las mini-yo se parecen físicamente a mi, pero tienen desapego conmigo. Ellas deciden dónde y con quién quedarse sin importar si he roto o mantengo el vínculo con esa persona. Son pequeñas, casi imperceptibles para el ojo humano, no llegan ni al tamaño de una uña del dedo meñique. 

Empecé a darme cuenta de su existencia cuando tenía ocho años y me enamoré de mi compañero de banca, quedé perdida en sus ojos azules. Lloré mucho cuando me anunciaron que iban a cambiarme de colegio. El último día de clases sentí y vi claramente como una mini-yo, se desprendía de mi corazón y se metía en los ojos de mi compañero, desde allí me hizo de la mano y luego se mimetizó en sus ojos. Después de diez años lo volví a ver por casualidad en la calle, salimos unas cuantas veces, pero nunca llegamos a tener una relación. La mini-yo, seguía viviendo en sus ojos, nos hicimos un guiño y nos ignoramos después. Sólo yo, puedo ver a las mini-yo.

Otra ocasión muy fuerte fue cuando murió mi abuelo, muchas mini-yo, se fueron con él, les expliqué que iban a estar dentro de un ataúd, que estarían permanentemente debajo de la tierra, pero ellas no hicieron caso. Unas se pusieron cerca de su corazón para dormir eternamente junto a su pecho, otras se acurrucaron en sus manos, unas cuantas encontraron cobijo en sus ojos cerrados y las restantes decidieron cubrir toda su cabeza como un casco protector. Estaba muy triste, pero las comprendí, yo hubiera querido irme con él también, así que las despedí y las dejé irse.

Recuerdo fuertemente ya en la vida adulta cuando la mini-yo, que vivía entre mis piernas, decidió abandonarme para quedarse a vivir con el que nos había hecho feliz durante muchas horas de sexo complaciente. Él ha sido irreemplazable, recuerdo cuando llegaba a su departamento sólo con un vestido puesto, vestido que volaba por los cielos hasta que llegaba la hora de irme. Recuerdo esos encierros de seis horas, donde hacíamos breves pausas para conversar, comer algo y retomar con más fuerza las embestidas sexuales de un nivel tan poderoso como inigualable por los siguientes, una vez más, comprendí cuando esa mini-yo me abandonaba y se mimetizaba en él, en ese órgano espectacular y generoso que nos había llenado de placer muchas veces. La envidié un poco, pero la comprendí, conmigo se iba a aburrir.

También vienen a mi memoria las mini-yo que decidieron quedarse con los niños que no pude tener, los que murieron demasiado rápido, los que no llegaron a ver la luz, los que nunca pude abrazar pese a esperarlos con ansias.

He perdido tantas mini-yo que temo quedarme sola.

Hace poco perdí a una muy preciada por mi, se quedó enamorada de una boca, de una lengua y sus palabras, yo le advertí que eran palabras pájaro, que volarían tan lejos como las llevara el viento, pero no me creyó y a veces cuando lo veo hablar, puedo verla tan feliz como cuando se fue de mi. 

Todos tienen muchos o por lo menos un mini-yo, pero están tan distraídos mirando hacia afuera, que nunca notan su presencia, se han dejado llevar por la vorágine del mundo. Lastimosamente yo sólo puedo ver las mías y no puedo advertirles a los demás de las suyas. Si de repente sientes un dolor muy grande en alguna parte de tu cuerpo luego de una separación, es una mini parte de ti, separándose. 



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