Marta sale de su aula a fumar un cigarrillo en el receso, está agotada. Durante el día trabaja a medio tiempo en un banco y por las noches estudia para ser actriz, está pensando renunciar y dedicarse por completo a su carrera, en algún momento debe empezar a vivir sólo de su arte y cree que el momento está llegando, la aburre lidiar con clientes, usar tacones, medias nylon y contar dinero que no es suyo. Se agarra el pelo en una coleta mientras juega con un cigarrillo en la boca y frente a ella lo ve salir, le llama la atención su facha, al igual que ella lleva un cigarrillo en la boca, pero está levantando los brazos y se despereza sin ningún pudor como un enorme oso, alto, vestido con camisa rosada y mochila negra, baja los brazos, suspira y toma el cigarrillo entre los dedos mientras nota la mirada de esta mujer delgada y bajita arreglándose el pelo, le guiña un ojo y sale. Quedó perdida en esos ojazos enormes con hermosas pestañas, nariz grande y una sonrisa amplia con dientes grandes. Está segura de tener la boca abierta porque el cigarrillo casi se le cae, se repone de la vergüenza de verse descubierta, respira hondo y sale también donde están todos los alumnos, unos comprando comida, otros leyendo, en grupos y en solitario, pero no logra verlo y decide sentarse a fumar tranquila, piensa que si no se mueve, de repente, él podrá encontrarla. No lo vio más esa noche.
El día siguiente todo camina con la misma monotonía que la está matando desde hace un año, ella sólo puede pensar en esa sonrisa y ese guiño de ojo a través del humo del cigarrillo. Llega la noche y va a la universidad, pero esta vez está alerta buscándolo y ahí está, de lo más desenfadado, riendo en medio de un grupo de estudiantes, él la ve perfectamente pero sigue conversando y la ignora, de repente llega el alemán, un amigo de la época del colegio que la conoce demasiado para ignorar su nuevo interés, se sienta a lado de ella y le dice: "es argentino, se llama Ignacio y estudia para productor de cine". Marta suelta una carcajada, pero la información le sirve, se queda pensando en Nacho. No sabe que el destino siempre está listo para unir caminos y en menos de tres meses ya eran novios.
Son una pareja interesante, a simple vista parecen complementarios pero realmente son un sólo cuerpo dividido en versión femenina y masculina. Se sientan horas a no hacer nada, a fumar y reírse como niños, salen a comer, hacen deporte, leen, se encierran a ver maratones de películas y las analizan desde sus diferentes perspectivas y ríen mucho, la risa es una característica de ellos. Pero nada es eterno y el tiempo siempre sigue avanzando sin que lo notemos.
La universidad terminó, la época de poner fotos sobre el piano mientras bebían vino a las cinco de la tarde, filosofando sobre el futuro, llegó al final también. Ahí están los dos mirándose sin hablar, el camino se abre, Nacho debe regresar a Argentina y Marta tiene miedo de seguirlo, él no hace promesas ni propuestas. Se vienen noches eternas, hablando sin hablar, ella tiene la cabeza llena de dudas y preguntas, él sólo vive el momento y éste está cambiando.
Nacho ha comprado una vieja Volkswagen van del setenta, le dice que va a recorrer América latina en auto, que en su van hay dos puestos, mientras la toma de la cintura y la aprieta contra si. ¿Qué dices, te animas? y Marta se separa, no puede. Ella está empezando su carrera como actriz, tiene un pequeño papel en una novela de producción nacional, la paga es mala pero es un comienzo
Rompe a llorar, se sienta en el bordillo de la calle y llora desconsoladamente, Nacho se sienta en silencio a su lado, le ofrece un cigarrillo que ella acepta, se lo enciende y enciende uno para él. Ahí están los dos, con el corazón en la boca, sin saber que hacer y con un adiós inminente y doloroso.
Nacho no hace promesas ni propuestas y Marta le tiene terror a lo incierto, vive pensando en el mañana sin disfrutar el presente. Y ahí se quedan, esperando que el humo del cigarrillo resuelva lo que ellos son incapaces de decidir.
Historias relacionadas con el amor y el desamor, llenas de despedidas y reencuentros, donde la casualidad no existe, todo siempre pasa por una causa.
martes, 30 de julio de 2013
lunes, 22 de julio de 2013
La Ausencia
Cristina enciende un cigarrillo mientras mira su tatuaje, está en el antebrazo izquierdo, sube desde su muñeca hasta medio antebrazo, son cinco pequeños dibujos que simulan gaviotas volando, representan las cinco personas que amó y que terminaron yéndose de su vida, todas ellas diciéndole que era "linda", seguido de un pero, que justificaba el abandono.
Camina tranquila, sin rumbo fijo, ha decidido vivir sólo el
momento, libre de ataduras, trabaja de empleada doméstica, de asistente para
adultos mayores, de cajera en un restaurante o de mesera, dependiendo el lugar
al que llegue. Lleva poco equipaje, una mochila y sólo lo que cabe en ella, los
trabajos son para pagar la comida y comprar un ticket que le permita seguir
avanzando hacia ningún lugar en particular.
Ahora está en la playa y lo está disfrutando mucho, es
mesera de un pequeño restaurante de ceviches por la mañana y tiene toda la
tarde libre. Gusta mucho de sentarse en los malecones o parques a observar a
las personas. Así, observando un poco, logró superar la última y definitiva
ruptura.
Entendió que la distancia cumple un círculo en las
relaciones, primero llega la ansiedad, esa insoportable ansiedad y frustración
de sentir las manos atadas, no hay forma de acortar la distancia y la acompaña
una sensación espantosa de extrañar hasta que duele, no importa qué suceda
alrededor, la sensación de vacío es dominante.
Luego viene la costumbre, la ausencia no es tan terrible ya,
de repente, una anestesia emocional, un letargo mental y el dolor empieza
a desaparecer, poco a poco se deja de extrañar y la ausencia se vuelve
cotidiana, hasta que finalmente, está superada y aceptada. Se llenan los
espacios vacíos y se continúa.
La última vez, esa persona regresó una vez que el ciclo se
cumplió por completo y fue tarde, una vez finalizada y superada todas las
etapas no hay retorno. El sentimiento termina muriendo y lo que queda es un
cadáver desagradable pudriéndose cada minuto en el olvido, si se quiere
rescatar algo, lo único que aparecerá es ese cadáver con un exquisito olor a podredumbre
de relación muerta.
Sentada en la arena,
con los pies cerca del mar, ríe a carcajadas recordando, el mar moja
levemente sus pies a ratos y ella disfruta el cigarrillo. Su vida es perfecta
como está en este momento. No está dispuesta a iniciar ningún círculo, está
cansada del cliché del amor perfecto y para siempre. Como dice Cortázar
"Todo dura un poco más de lo que debería" y a ella el amor nunca le
dura lo suficiente.
El ser humano se adapta a todo, hasta a la ausencia que
tanta resistencia le ponemos al principio, infortunadamente, termina siendo
cotidiana.
miércoles, 17 de julio de 2013
El mensaje
María se despierta en un hotel barato alquilado por el día, usado por algunos del sector como motel, pero para dormir un día está bien. Su habitación es pequeña; un televisor, baño privado, un aire acondicionado que suena un montón y ayuda a disimular los gritos de satisfacción de sus vecinos. No quiere levantarse, toma el celular revisa mensajes y no está el que quiere recibir. Se incorpora un poco para hurgar en su bolso y sacar su último paquete de cigarrillos, saca uno y lo enciende, no ha comido nada desde la tarde del día anterior y no le importa, fuma tranquila en la calma pasmosa de aquellos que ya perdieron las ganas de vivir.
No hay noticias, no hay mensaje ni llamada, se frustra pero en el fondo no espera nada, sabe que es imposible. Lleva huyendo algunos días y no tiene rumbo, quiere desconectarse y no se da cuenta que no importa el lugar donde vayamos, nuestros pensamientos siguen pegados a lo que nos hace daño.
Fuma uno y enciende otro con el que se está apagando, sigue recostada y enciende la televisión y la vuelve a apagar, de repente las paredes la empiezan a aplastar, se incorpora, camina al baño, lanza el pucho en el servicio higiénico y lo ve irse dando vueltas. Se saca la ropa y toma una ducha eterna, aunque no hay mucho que limpiar. María es delgadísima, alta, con un pelo cortísimo que denota su delicado cuello largo, esbelto, ojos cafés tan claros que cuando llora parecen amarillos y ahora último llora mucho.
Sale de la ducha y se pone unos zapatos de caucho, un jean gastado, camiseta roja y una chompa jean que la tiene casi veinte años con ella. Se lava la boca y enciende su último cigarrillo, toma su maleta y cierra la habitación, otro círculo cerrándose a sus espaldas. Baja por las escaleras porque no confía en los ascensores.
Paga la cuenta y mientras, vuelve a revisar el celular, ningún mensaje. Nada.
Sale y cruza la calle, camina entre autos y peatones, el ruido de la ciudad la aturde, cruza todo, avanza hasta el Malecón y se sienta a ver el río. Ahí está ella, una vez más enfrentada a sus acciones, furiosa por sus decisiones y herida por las consecuencias. Pasa un chiclero y compra otro paquete de cigarrillos, lo abre saca uno, lo enciende y vuelve a revisar el celular. Nada.
Se queda esperando ese mensaje que no llega, que sabe, no llegará, pero la esperanza de que llegue es lo único que la mantiene aferrada a la vida... todavía.
No hay noticias, no hay mensaje ni llamada, se frustra pero en el fondo no espera nada, sabe que es imposible. Lleva huyendo algunos días y no tiene rumbo, quiere desconectarse y no se da cuenta que no importa el lugar donde vayamos, nuestros pensamientos siguen pegados a lo que nos hace daño.
Fuma uno y enciende otro con el que se está apagando, sigue recostada y enciende la televisión y la vuelve a apagar, de repente las paredes la empiezan a aplastar, se incorpora, camina al baño, lanza el pucho en el servicio higiénico y lo ve irse dando vueltas. Se saca la ropa y toma una ducha eterna, aunque no hay mucho que limpiar. María es delgadísima, alta, con un pelo cortísimo que denota su delicado cuello largo, esbelto, ojos cafés tan claros que cuando llora parecen amarillos y ahora último llora mucho.
Sale de la ducha y se pone unos zapatos de caucho, un jean gastado, camiseta roja y una chompa jean que la tiene casi veinte años con ella. Se lava la boca y enciende su último cigarrillo, toma su maleta y cierra la habitación, otro círculo cerrándose a sus espaldas. Baja por las escaleras porque no confía en los ascensores.
Paga la cuenta y mientras, vuelve a revisar el celular, ningún mensaje. Nada.
Sale y cruza la calle, camina entre autos y peatones, el ruido de la ciudad la aturde, cruza todo, avanza hasta el Malecón y se sienta a ver el río. Ahí está ella, una vez más enfrentada a sus acciones, furiosa por sus decisiones y herida por las consecuencias. Pasa un chiclero y compra otro paquete de cigarrillos, lo abre saca uno, lo enciende y vuelve a revisar el celular. Nada.
Se queda esperando ese mensaje que no llega, que sabe, no llegará, pero la esperanza de que llegue es lo único que la mantiene aferrada a la vida... todavía.
martes, 16 de julio de 2013
El pianista y la escritora
Mónica se acaba de despertar, está cansada, estuvo hasta tarde escribiendo su nueva novela, la lleva bastante adelantada pero la vuelve a leer y elimina textos, aumenta otros, se frustra, se vuelve a enamorar y sus dedos siguen bailando frente a la computadora mientras el tiempo se escapa. Hoy se queda acostada en la cama mirando el techo blanco, entra mucha luz a su dormitorio a través de su ventana gigante y adornada con cortinas de telas muy suaves blancas, que se agitan al entrar la suave brisa de la mañana, su habitación es blanca, sábanas blancas, edredón grueso delicioso y abrigador a morir, hay un sólo cuadro en la habitación y representa la fertilidad, cosa irónica ya que ella no puede tener hijos, el resto de las paredes lucen dibujos hechos por sus sobrinos, regalos por su cumpleaños, navidad o algún evento en sus colegios. Sigue acostada sin pensar, sólo disfrutando el sonido del piano que viene del otro lado de la casa, es Ramiro, llevan veinte años juntos y todavía sigue enamorada de él como el primer día.
Ramiro es alto, pelo oscuro, parece un niño, siempre sonriente y en cada sonrisa muestra sus grandes y perfectos dientes blancos. Ramiro es descomplicado, le gusta reír y en cada nota de su piano deja un poco de su vida, todos los días; es su profesión, su vicio y su vida después de Mónica, porque para él la vida sin ella no es vida. Él siempre es el primero en despertarse y acude a su piano para despertarla con música, porque esa es la única forma que él considera digna de ella.
Se conocieron porque la vida no trae casualidades, ella escribía sentada en una banca de parque mirando una laguna, tratando de encontrar aquello que la inspire, buscando una historia que valga la pena ser escrita. Ya no creía en el amor, ya todo lo había vivido, todo lo había escuchado y todo lo había llorado. Estaba ahí, esperando que la vida le hable y la llamó su jefa a decirle que recuerde ir a la entrevista con el pianista al que debía hacerle una reseña para su presentación la próxima semana. Escribía en un diario para pagar las cuentas y poder mantener su independencia y libertad que tanto amaba y necesitaba y ahí estaba ella, recogiendo y metiendo todo en el bolso, que parecía bolso de Mary Poppins, de donde puede salir cualquier cosa. Había cigarrillos, dos cajas porque odiaba quedarse sin ellos en el momento de mayor ansiedad, encendedores múltiples porque es especialista para perderlos, pañitos húmedos porque odia sentir las manos sucias, crema para las manos, lápices, una mini libreta para anotar las ideas que la asaltan en los lugares menos esperados, una billetera con documentos y diez dólares siempre escondidos para casos de emergencia como un café express o un taxi. Su cartera es como su vida, un caos completo donde se disfruta en anarquía.
Mónica es alta, delgada, con un pelo larguísimo y churro hasta media espalda, siempre medio despeinada, sujetándolo con unas gafas a modo de diadema, linda, con ojos muy tristes que le dan un toque melancólico a su rostro ovalado, llega tarde a la cita en el hotel, el pianista la está esperando en el restaurante. Entra tarde, él está sentado de frente a la puerta divertido viendo a esta mujer con su bolso gigante, sambos despeinados, en un jean roto en la rodilla, blusa blanca con mangas remangadas, tropezando entre las sillas y parada frente a él como si nada hubiese sucedido extendiendo su mano y presentándose como: "la reportera que lo ha hecho esperar, pero la espera valdrá la pena", junto a una gran sonrisa que lo cautivó.
Y de esa entrevista pasaron a la mesa y de la mesa a la cama como debe ser cuando la vida no espera, cuando no tienes pendientes, cuando vives intensamente y ellos llevan veinte años viviendo como si ese día fuera el último.
Mónica acostada en la cama, sin sueño, empieza a recordar su vida juntos, han tenido grandes momentos, Ramiro ha logrado algunos reconocimientos públicos y ella ha publicado un par de novelas con mediano éxito, también han sufrido mucho, dejaron infiltrar la infidelidad alguna vez y pagaron el precio con lágrimas y un dolor que cada uno carga a su manera. Se aman, es indiscutible, es una compenetración de almas que trasciende el cuerpo, ella no necesita escucharlo para saber qué es lo que él necesita. Él la mira y sus ojos derraman dulzura, ella es su mundo, ella baila en su corazón la música que él toca para ella.
Hay momentos que son eternos, otros un leve suspiro. Hay momentos por los que vale la pena la vida y vidas que sólo valen por un momento.
La música se detiene y Mónica lo llama, le pide que venga a acostarse a su lado, no hay respuesta, se levanta y camina buscándolo y lo encuentra en el piso. Corre a levantarlo, toma su cabeza, toca su corazón, se ha ido. Grita, grita mucho, llora hasta ahogarse, no quiere moverse y lo abraza, lo abraza fuerte, fue la última mañana que la despertó con su música. Ella escuchó su primicia, su nueva composición terminada.
Ramiro sentado apacible y con una gran sonrisa le extiende la mano y mientras la aprieta con dulzura le dice a la reportera atrasada: "estoy seguro que valdrá la pena la espera y te aseguro que el tiempo que estés conmigo, también."
Ramiro es alto, pelo oscuro, parece un niño, siempre sonriente y en cada sonrisa muestra sus grandes y perfectos dientes blancos. Ramiro es descomplicado, le gusta reír y en cada nota de su piano deja un poco de su vida, todos los días; es su profesión, su vicio y su vida después de Mónica, porque para él la vida sin ella no es vida. Él siempre es el primero en despertarse y acude a su piano para despertarla con música, porque esa es la única forma que él considera digna de ella.
Se conocieron porque la vida no trae casualidades, ella escribía sentada en una banca de parque mirando una laguna, tratando de encontrar aquello que la inspire, buscando una historia que valga la pena ser escrita. Ya no creía en el amor, ya todo lo había vivido, todo lo había escuchado y todo lo había llorado. Estaba ahí, esperando que la vida le hable y la llamó su jefa a decirle que recuerde ir a la entrevista con el pianista al que debía hacerle una reseña para su presentación la próxima semana. Escribía en un diario para pagar las cuentas y poder mantener su independencia y libertad que tanto amaba y necesitaba y ahí estaba ella, recogiendo y metiendo todo en el bolso, que parecía bolso de Mary Poppins, de donde puede salir cualquier cosa. Había cigarrillos, dos cajas porque odiaba quedarse sin ellos en el momento de mayor ansiedad, encendedores múltiples porque es especialista para perderlos, pañitos húmedos porque odia sentir las manos sucias, crema para las manos, lápices, una mini libreta para anotar las ideas que la asaltan en los lugares menos esperados, una billetera con documentos y diez dólares siempre escondidos para casos de emergencia como un café express o un taxi. Su cartera es como su vida, un caos completo donde se disfruta en anarquía.
Mónica es alta, delgada, con un pelo larguísimo y churro hasta media espalda, siempre medio despeinada, sujetándolo con unas gafas a modo de diadema, linda, con ojos muy tristes que le dan un toque melancólico a su rostro ovalado, llega tarde a la cita en el hotel, el pianista la está esperando en el restaurante. Entra tarde, él está sentado de frente a la puerta divertido viendo a esta mujer con su bolso gigante, sambos despeinados, en un jean roto en la rodilla, blusa blanca con mangas remangadas, tropezando entre las sillas y parada frente a él como si nada hubiese sucedido extendiendo su mano y presentándose como: "la reportera que lo ha hecho esperar, pero la espera valdrá la pena", junto a una gran sonrisa que lo cautivó.
Y de esa entrevista pasaron a la mesa y de la mesa a la cama como debe ser cuando la vida no espera, cuando no tienes pendientes, cuando vives intensamente y ellos llevan veinte años viviendo como si ese día fuera el último.
Mónica acostada en la cama, sin sueño, empieza a recordar su vida juntos, han tenido grandes momentos, Ramiro ha logrado algunos reconocimientos públicos y ella ha publicado un par de novelas con mediano éxito, también han sufrido mucho, dejaron infiltrar la infidelidad alguna vez y pagaron el precio con lágrimas y un dolor que cada uno carga a su manera. Se aman, es indiscutible, es una compenetración de almas que trasciende el cuerpo, ella no necesita escucharlo para saber qué es lo que él necesita. Él la mira y sus ojos derraman dulzura, ella es su mundo, ella baila en su corazón la música que él toca para ella.
Hay momentos que son eternos, otros un leve suspiro. Hay momentos por los que vale la pena la vida y vidas que sólo valen por un momento.
La música se detiene y Mónica lo llama, le pide que venga a acostarse a su lado, no hay respuesta, se levanta y camina buscándolo y lo encuentra en el piso. Corre a levantarlo, toma su cabeza, toca su corazón, se ha ido. Grita, grita mucho, llora hasta ahogarse, no quiere moverse y lo abraza, lo abraza fuerte, fue la última mañana que la despertó con su música. Ella escuchó su primicia, su nueva composición terminada.
Ramiro sentado apacible y con una gran sonrisa le extiende la mano y mientras la aprieta con dulzura le dice a la reportera atrasada: "estoy seguro que valdrá la pena la espera y te aseguro que el tiempo que estés conmigo, también."
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