viernes, 4 de julio de 2014

12 de Julio

Ya mismo es doce de julio. Luego de veintiocho años me sigo acordando de ese día. Estaba almorzando en casa de una tía con mi prima, recuerdo un souflé de brócoli delicioso repleto de queso como me gusta. Era un día extraño, lo percibí desde que me despertó mi mamá de lo más nerviosa y me llevó a pasar el día en casa de tía Claudia, me la pasaba genial allí pero algo raro sucedía ese día. Recuerdo haber estado, cuchara en mano a punto de meterme en la boca una dosis extra grande de helado de chocolate con chocolate derretido, cuando escuchamos el timbre de la puerta, era mi mamá completamente vestida de negro, bajé la cuchara, no había necesidad de palabras. Fue el día que falleciste, moriste, te fuiste.

Igual tuve que pasar por el desagradable momento de aguantar las condolencias de mi tía, mi mamá destrozada y mi prima llorando como si fuera su abuelo y no el mío el que acabara de morir. Insistí en ir al velatorio, tenía once años, quería ir. Fui y me acerqué a verte, estabas sonreído, contento, estabas en paz y eso me tranquilizó.

Durante muchos años estaba obsesionada con esa fecha, cuando trabajé en el centro siempre al salir del trabajo te iba a visitar al cementerio, me sentaba a lado de tu tumba y te contaba mi vida, nunca fumaba frente a ti porque sabía que te molestaría. A veces te pedía consejos, otras veces sólo lloraba hasta que comprendí y acepté que no estabas ahí. En ese sepulcro sólo había huesos, uñas, restos de pelo y gusanos. Tú vives en el aire, en las cosas que hago y en los recuerdos que tengo de ti. ¿Sabes que cada vez que hago un círculo me acuerdo de ti? ¿Recuerdas esa tarde que fui a tu casa bravísima porque nadie podía ayudarme con un deber de geografía? Tú primero te reíste de verme tan pequeña y con ese genio, me abrazaste y me preguntaste cuál era el motivo de mi contrariedad, te expliqué que tenía que dibujar los planetas en el sistema solar y todos los sucres eran del mismo tamaño, mi idea es que mercurio sea más pequeño y la tierra más grande, saturno con sus grandes anillos no podía verse igual que marte, por ejemplo; Entonces sacaste un compás de esos hechos con metal a los que había que meterles la pluma en un extremo de las patitas y luego asegurarlo bajando un ganchito. Yo pensaba en lo ingenioso de ese artefacto cuando frente a mí, empezaste a hacer miles de círculos de muchos tamaños, fue lo  mejor de mi tarde, no sólo que me ayudaste con el deber sino que me regalaste el compás para que nunca vuelva a estar triste por círculos. 

Siempre fue una ventaja vivir en una casa a lado de la tuya y conectados por un pasillo interior. Tu y yo siempre estuvimos conectados por un pasillo emocional también. ¿Te acuerdas cuándo mi papá se enojaba conmigo? Obvio, yo salía disparada de mi casa en mar de llanto, salía por mi cocina, caminaba diez pasos y entraba a tu casa por la cocina también, empezaba a llamarte desesperada hasta que salías a mi encuentro. Nunca preguntabas qué había hecho, ni por qué me habían castigado, para ti todo castigo era injusto y estaba equivocado todo lo que me imputaban, yo era tu nieta favorita, la primera, la única que te sacaba una sonrisa sólo con cruzar la puerta.

Hoy recién me entero de algunos detalles, no sabía que en 1985 mientras yo estaba en Riobamba de vacaciones, tu habías decidido hacerte un examen del corazón porque te cansabas al subir las escaleras y que de ese examen salió una mancha negra en tu pulmón izquierdo. Ahora sé que visitaste al doctor Nevárez quien te dijo que era cáncer maligno y te operó. Todo bien teóricamente, luego de exámenes posteriores el diagnóstico fue que el vestigio de tumor que no pudieron sacar se había "encapsulado" que todo estaba bien y no hacía falta que recibas rayos ni quimioterapia. ¿terrible verdad? Ahora lo sé. A los diez años mi mundo era muy pequeño aún. 

Pasó el resto del año sin mayor novedad, estaba en quinto grado en un colegio de monjas que a fuerza empezaba a gustarme, ya tenía algunas amigas y mi vida era bastante aburrida para ser sinceros. Cuando llegó 1986 estaba feliz, iba a estar en sexto grado y sería de las "grandes" de primaria. Pintaba para buen año. Entramos a clases en mayo y tú sabes cómo me gustaba empezar clases, el olor a libros nuevos, el uniforme planchado y unos centímetros más alta que el año anterior. 

De repente empecé a visitarte menos, tu siempre en pijama, ya no ibas al laboratorio, no salías casi nunca y tosías muy seguido. No podía contarte mucho porque al hablar en seguida tosías y me angustiaba que te falte el aire o algo así. A mediados de junio mi mamá tuvo la genial idea de ponernos dos semanas en bus y fueron las peores dos semanas de mi vida. Apachurrada, aguantando los olores y sudores de otras quince niñas al menos y no en lo buses escolares amarillos y con asiento en fila como son ahora. Era una camioneta adaptada. Al balde le habían incorporado un techo de metal, ubicaron dos bancas largas con el asiento largo en los extremos, para que las niñas nos sentáramos. HORRIBLE. Estoy segura que si hubieras estado al tanto no lo hubieras aprobado jamás, pero tú estabas en la clínica y por eso mi mamá no podía ir a recogerme. Después de esas dos semanas seguí yendo a verte pero me decía mi mamá que tu salud no estaba bien. Ahora averigüé que el cáncer se había extendido y que cuando fuiste a hacer un chequeo por tos recurrente, te diagnosticaron metástasis. Los vestigios encapsulados habían escapado y ahora te recorrían sin ningún control.

Más de la mitad de mi vida la he pasado sin ti, a veces me confundo y no sé si tenías ojos azules con el centro verde o verdes con rayos azules, pero de tu sonrisa no me olvido. No olvido cuando me escondía detrás de la puerta principal de tu casa para asustarte apenas cruzaras y siempre te asusté. Ponías tu mano derecha sobre el corazón, arqueabas tu espalda y echabas tu cabeza hacía atrás con una sonrisa y luego me decías "¡hija, que susto, casi me da un infarto, qué bien escondida que estabas!"

En mi vida adulta algunas veces busqué a un hombre parecido a ti, pero cesé la búsqueda cuando comprendí que nadie es como tú. Recuerdo haberte acompañado a recoger a mi abuela a casa de alguna amiga, nos hacía esperar horas y llegaba sin pedir disculpas al menos, yo me enojaba por su descortesía y tu reías, tu siempre reías. Decías que la vida es linda, que siempre hay un árbol donde pararse cuando hay mucho sol y que toda tristeza se cura con helado. Dejé de tomar helado el día que te fuiste.

Son veintiocho años y todavía a ratos, quisiera ir a verte, sentarme a lado tuyo en el sofá y abrazarte. Quisiera haber ido más veces, creo que te quedé debiendo besos y abrazos. Hay otros momentos en que me enojo, ¿cómo pudiste ser tan irresponsable? Trabajabas en un laboratorio clínico, lidiabas y respirabas líquidos fuertes todo el día, ¿por qué no usabas mascarilla? Tus pulmones no aguantaron ese ritmo y el cáncer los invadió. "Eran otros tiempos" me dicen, "no se tomaban tantas precauciones como ahora". Suena válido, pero me enoja y al enojarme y reclamarte puedo verte sonreído, burlándote de mi ceño fruncido y diciéndome "tan bonita y ¿brava?, no señor, así no se puede".

Mientras hago limpieza y veo fotos viejas, pienso que viviste una vida feliz, que te casaste con la mujer de quien te enamoraste. Reíste siempre e hiciste feliz a quienes te rodearon, sin importar quienes sean. Eso lo noté el día de tu entierro. Estaba sentada pensando en nada y llegó una mujer pequeñita encorvada, por su vestimenta deduje que tenía una sencilla posición económica. Ella muy cautelosa como si no quisiera que nadie notara su presencia se acercó donde mi abuela, le dijo que tu siempre habías ido a su casa a revisar a su mamá sin importarte la distancia, el lugar y el hecho de que ellas no pudieran pagarte honorarios. Nos contó que te pagaba con gallinas que a su vez tú regalabas a la maternidad a alguna familia que veías más desprotegida. Estaba ahí para agradecerte aunque ya no te podía ver. Le regaló a mi abuela una funda con huevos de gallina criolla y dijo que eran de la gallina que iba ser regalo para el "doctorcito", así te llamaban muchos aunque eras clínico laboratorista realmente. Luego se acercó a tu féretro, te hizo una bendición por encima del vidrio que te cubría, se santiguó y se fue.

Termino de arreglar mis cajones, guardo los recuerdos y salgo a caminar para respirar aire fresco, voy a buscar ese árbol que me de sombra y de repente este doce de julio, me tome un helado.















1 comentario:

  1. Una narración de hechos que marcaron tu vida... todos somos aves de paso... cuando somos adultos comprendemos muchas cosas que de niños nadie nos explico..

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