jueves, 26 de septiembre de 2013

En la fila

Una mujer mastica chicle, aparenta unos cincuenta años por las arrugas alrededor de ojos y cuello aunque trata de abrazarse a la juventud con su ropa deportiva. Hace calor, el aire acondicionado no abastece lo suficiente para todos los que están haciendo fila, arrimados casi uno encima del otro, percibiendo sus olores y confundiéndose entre ellos mientras el tiempo sigue avanzando.

También está un joven guapo, delgado con pantalón color mostaza y camisa celeste resoplando enojado porque la fila no avanza, comenta un poco para sí pero todos escuchan su devaneo filosófico sobre el mal servicio que prestan las entidades públicas, el maltrato a los clientes y las odiosas comparaciones con países industrializados. Todos lo escuchan pero nadie opina, el hastío y el calor impiden el quórum necesario para la queja.

Se cansa de la fila y decide retirarse un hombre con camiseta del Barca de España, es de la nueva temporada y contrasta con su pantalón raído y sus zapatos con vestigio de lodo, se va quejándose y repartiendo maldiciones como invitaciones para empezar un conflicto que nadie decide aceptar. De repente la señorita del balcón de servicio vocea un número y todos revisan automáticamente el suyo, unos para suspirar notando la distancia con el número mencionado, otros calculando cuánto faltará hasta que llegue su turno y un solo beneficiado que se acerca y por fin es atendido.

El murmullo cada vez es más fuerte, las voces de queja empiezan a escucharse más claramente y la temperatura del aire acondicionado empieza a bajar, tal vez en un esfuerzo para que los ánimos se calmen un poco, pero todo esto, es más que una fila, es una confluencia de vidas, angustias y esperanzas; todos juntos compartiendo el mismo tiempo y espacio.

Todas estas personas por un  momento coincidieron en la elección del lugar, por un momento todos estuvieron pensando lo mismo y el mundo hizo que todos estén ahí respirando insoportablemente sus miserias, uno a lado del otro, ansiando ser atendidos para resolver aquello que la causalidad utilizó como artimaña, para tenerlos esperando la voz chillona y desagradable de la señorita del balcón de servicio diciendo: siguiente!






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