viernes, 3 de marzo de 2017

Ultravioleta

Días de lluvia. Estoy sentada cerca de la ventana viendo las calles llenarse de agua, mientras los colores sortean los charcos. No me gustan Los Verde, suelen tener veneno en su lengua y al hablar, lo esparcen enfermando a quienes los escuchan. Hay muchos en todos lados. Mutan un poco, se disfrazan a veces, pero no pueden escapar de mis ojos.

Los Azules son interesantes, sólo hay que sortear su tendencia destructiva, pero en su mejor faceta son grandes intelectuales, una charla distendida con ellos es recibir cátedra de cultura, lastimosamente nunca pueden abrir su corazón, es difícil enamorarte de uno de ellos, una vez lo intenté y todavía duele. Los prefiero de amigos y referentes académicos. Así es más fácil respetar nuestros silencios y fantasmas.

Por otro lado, Los Anaranjados son la alegría andante, una fiesta vive dentro de ellos, es imposible no reír en su compañía, los busco siempre que llueve dentro de mí. Siempre logran devolverme el sol y espantar las nubes. Además, conocen los mejores lugares para comer rico y barato.

No veo mucha televisión, borra la imaginación, y es aburrido ver un desfile de seres de diferentes colores. A veces, la veo sin volumen, imagino qué dirían de acuerdo a sus colores, sin respetar el libreto que siguen. Pienso que todos seguimos un libreto, que nos hace políticamente correctos y logra que encajemos en la sociedad llena de suciedad donde vivimos.

Alguna vez me estuve loca de amor por un Rojo. Estaba todo bien; era cariñoso, y al mismo tiempo, su ligera dosis de violencia cuando me cargaba para hacérmelo contra la pared, lo volvía deseable. Sin embargo, con el tiempo se empezó a volver gris, con tonalidades azules, pero no por intelectual sino por depresivo. Sus ojos se volvieron verdes y los celos infectaron nuestra relación. Huí.

Me gustan Los Negro, son seres complicados y no muy dados a entablar relaciones de ningún tipo. Como la suma de todos los colores, son indescifrables, enigmáticos, pero comprenden los laberintos mentales mejor que nadie. Los Blanco por el contrario, son un plomazo, su ausencia de color me desconcierta. Son almas demasiado lejanas de la cotidianidad. Muy puros y decentes a mi gusto. 

Y aquí estoy, sin ganas de salir. Miro por la ventana, como siempre en la esquina a las doce menos quince, un Azul, espera el bus. A veces me pregunto si tendrá ojos café, su cabello será ¿rubio o negro?, trato de especular el color de su piel, pero nada... así mismo es.









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